Sunday, November 26, 2006



Altas Cumbres



Se elevan las torres en cielo inmaculado

fingiendo ser dioses en tierras complacientes

cuan ególatras son estos hierros

para mirar al cielo y ser contemplados


No podrás detenerlas, querido Sísifo

caerás tantas veces como lamentos

y sufrirás entre gélidos espacios

el dolor de no poder ser como ellos


No te afanes en estas empresas

son vestigios de destrucciones

pues tu alma es extranjera

no entiende el idioma de las torres


Vuelve a ser cernícalo, vuelve a tus pies

pues el cielo de esta tierra está envenenado

no respetará el peso de tus huesos

ni la flora de tu alma.

Friday, November 17, 2006






Coplas de Jorge Manrique a la muerte de su padre


Fragmentos





Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte,
contemplando
cómo se passa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
cuán presto se va el plazer,
cómo después, de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parescer,
cualquiera tiempo passado
fue mejor.


....................................................................................


Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros, medianos
y más chicos,
allegados son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.


....................................................................................


Este mundo es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nascemos,
andamos mientra vivimos,
y llegamos
al tiempo que fenescemos;
assí que, cuando morimos,
descansamos.


....................................................................................


Ved de cuán poco valor
son las cosas tras que andamos
y corremos,
que, en este mundo traidor,
aun primero que muramos,
las perdemos:
dellas deshaze la edad,
dellas casos desastrados
que acaescen,
dellas, por su calidad,
en los más altos estados
desfallescen.



Jorge Manrique

Biografía del autor




El Hombre Imaginario


El hombre imaginario
vive en una mansión imaginaria
rodeada de árboles imaginarios
a la orilla de un río imaginario


De los muros que son imaginarios
penden antiguos cuadros imaginarios
irreparables grietas imaginarias
que representan hechos imaginarios
ocurridos en mundos imaginarios
en lugares y tiempos imaginarios


Todas las tardes tardes imaginarias
sube las escaleras imaginarias
y se asoma al balcón imaginario
a mirar el paisaje imaginario
que consiste en un valle imaginario
circundado de cerros imaginarios


Sombras imaginarias
vienen por el camino imaginario
entonando canciones imaginarias
a la muerte del sol imaginario
Y en las noches de luna imaginaria
sueña con la mujer imaginaria
que le brindó su amor imaginario
vuelve a sentir ese mismo dolor
ese mismo placer imaginario
y vuelve a palpitar
el corazón del hombre imaginario




Nicanor Parra

Biografía del autor






Cien años de soledad



--Quiero estar solo contigo --decía él--. Si estamos solos, dejamos la lámpara encendida para vernos bien, y yo puedo gritar todo lo que quiera sin que nadie tenga que meterse y tú me dices en la oreja todas las porquerías que se te ocurran.

Esta conversación, el rencor mordiente que sentía contra su padre, y la inminente posibilidad del amor desaforado, le inspiraron una serena valentía. De un modo espontáneo, sin ninguna preparación, le contó todo a su hermano.

Al principio el pequeño Aureliano sólo comprendía el riesgo, la inmensa posibilidad de peligro que implicaban las aventuras de su hermano, pero no lograba concebir la fascinación del objetivo. Poco a poco se fue contaminando de ansiedad. Se hacía contar las minuciosas peripecias, se identificaba con el sufrimiento y el gozo del hermano, se sentía asustado y feliz. Lo esperaba despierto hasta el amanecer, en la cama solitaria que parecía tener una estera de brasas, y seguían hablando sin sueño hasta la hora de levantarse, de modo que muy pronto padecieron ambos la misma somnolencia, sintieron el mismo desprecio por la alquimia y la sabiduría de su padre, y se refugiaron en la soledad. "Estos niños andan como zurumbáticos", decía Úrsula. "Deben tener lombrices." Les preparó una repugnante pócima de paico machacado, que ambos bebieron con imprevisto estoicismo, y se sentaron al mismo tiemo en sus bacinillas once veces en un solo día, y expulsaron unos parásitos rosados que mostraron a todos con gran júbilo, porque les permitieron desorientar a Úrsula en cuanto al origen de sus distraimientos y languideces. Aureliano no sólo podía entonces entender, sino que podía vivir como cosa propia las experiencias de su hermano, porque en una ocasión en que éste explicaba con muchos pormenores el mecanismo del amor, lo interrumpió para preguntarle: ¿Qué se siente?

José Arcadio le dio una respuesta inmediata:
-- Es como un temblor de tierra.


Gabriel García Márquez

Biografía del autor

Párrafo escogido de la obra "Cien años de soledad" del autor colombiano Gabriel García Márquez


Monday, November 06, 2006






Tiempo gastado


Los años que poseo
no son los ya vividos,
sino los que me quedan.

Los que dejé de ser entró en mi muerte,
y lo que más recuerdo es menos mío.

Sólo es mío el secreto porvenir,
el tiempo virginal
donde creo mi bien imaginado,
el inédito
fantasma de mi ser.
Mi página de nieve en el destino.

Todo lo veo yéndose.
Siempre estoy desde un barco
perdiendo las ciudades.
No puedo detenerme, asegurarme,
volverme orilla de mi propio río.
Ser el tallo del Día y sostenerlo
logrando su equilibrio,
y vivir su unidad de perfecta corola
como el jardín que vive rosa a rosa.

Sólo un diario morir, sólo una angustia
de duelo permanente.
Cosas aparecidas,
sólo para volverse inexistentes.

Todo instante que llegue dejará de ser mío.
Todo el tiempo gastado significó mi ruina.
Oh, mi corona de horas diaramente usurpada.
Oh, mi Reino perdido cada día.


Julio Barrenechea

Biografía del autor


.




Nocturno



Te inmagino en vela
En un anochecer tardío
Mientras tus manos juegan, ansiosas
A vislumbrar la inminencia del desvelo

Y así la ciudad se apaga sin sueño
Y así tus pensamientos diurnos permanecen pétreos
atados a los pies de tu cama insomne

Y entre ruidos y sombras,
No duermes

Déjame que te cuente porqué no duermes
Porque deambulas por la noche lóbrega
Porque no te entregas a la oscuridad ignota.

Déjame que te cuente porque no duermes
Porque temes ocultar tu mirada
bajo dos párpados pesados como la vida

Déjame que te cuente porqué no duermes
Porque tus pupilas profundas
Se obnubilan con el ocaso

Como si les faltara el aire
en las noches negras
Como si de tanto otear la luz del día
no pudiesen soportar la ausencia

No duermes porque dormir es entregarse un poco a la muerte
A la incertidumbre del despertar
O de no oír el alba una vez más

Al dormir se reflejan cual espejo las asperezas del alma
Alma que se te escapa en cada suspiro somnoliento
Y te desvelas cuando ella te susurra
Y te recita los sonetos que expele tu boca
al despuntar el alba

Y crees que creas los versos que sostienen tus noches
Y crees que eres tú quien los crea...

Es una musa la que te canta bajo las tinieblas
Tú la iluminas
Y te habla del desamor
Y tú narras sobre el dolor
Inseguro en una vigilia lúcida que ya te vence

Y ella te lleva a recorrer tus miedos
En un sueño con los ojos bien abiertos
No vaya a ser que no resista
Que no resistas

Y que la batalla del crepúsculo
la gane el letargo de tu cuerpo
Y que te duermas...

Porque sólo así soñarás con otra
Una que no te anuncia trovas trasnochadas
sino que te inspira

Y que de tanto buscarte, al fin te halla
en algún instante rojizo de la aurora.


Francisca Levin Visic


.

Saturday, November 04, 2006



Amor constante más allá de la muerte




Cerrar podrá mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora, a su afán ansioso lisonjera;

Mas no de esotra parte en la ribera
Dejará la memoria, en donde ardía:
Nadar sabe mi llama el agua fría,
y perder el respeto a la ley severa.

Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido,
Venas, que humor a tanto fuego han dado,
Médulas, que han gloriosamente ardido,

Su cuerpo dejará, no su cuidado;
Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, más polvo enamorado.


Francisco de Quevedo